El portal Educ.ar ofrece un recorrido por las biografías de mujeres pioneras que crearon condiciones para mejorar la calidad del sistema educativo público desde distintos ámbitos y enfoques. Si aún no las conocés, te las presentamos: Juana Manso (1819-1875), Sara Chamberlain (1848-1916), Vera Peñaloza, Olga Cossettini (1898-1987) y Leticia Cossettini (1904-2004).
Juana Manso
(Ciudad de Buenos Aires, 1819 – ibidem, 1875)
Durante el gobierno de Rosas, la familia Manso huyó a Montevideo, donde Juana, con 22 años, montó en su casa una escuela para niñas. Buscó implementar nuevos métodos de enseñanza. Cuando Rosas pactó con el gobierno de Montevideo, la familia debió radicarse en Brasil. Allí Juana redactó un periódico de mujeres, donde expuso sus ideas de igualdad de la mujer y de la educación popular, y publicó su novela Misterios del Plata. Luego de ser abandonada por su esposo, con quien había tenido dos hijas, y de fallecer su padre, retornó a Buenos Aires al finalizar el gobierno de Rosas.
Publicó un periódico para mujeres: el Álbum de Señoritas, donde expuso sus ideas. Pensaba que la inteligencia no tenía sexo y que la mujer debía tener las mismas oportunidades de educación y libertad que los hombres. Proclamó que la desigualdad se remediaba con educación para todos. Reclamó derechos para la mujer y los niños. Exigió libertad religiosa, matrimonio civil, protección para los pueblos originarios y, en su novela La familia del comendador, sentó su posición contra la esclavitud. Pero resultó una incomprendida. Su forma de pensar no era tolerada en esa época. En varias ocasiones, la insultaron, le mancharon la ropa, recibió amenazas y la llamaban «Juana la loca».
En ese entonces, fue nombrada directora de la Escuela Normal Mixta N.° 1 por Sarmiento. Luego, en 1868, cuando Sarmiento asumió la presidencia, Manso se convirtió en la primera mujer vocal del Departamento de Escuelas y, posteriormente, de la Comisión Nacional de Escuelas.
A partir de allí, se abocó a la educación. Enseñó, dirigió una escuela para ambos sexos, desarrolló nuevos planes de estudio, supervisó y mejoró la labor de los maestros, promovió la creación de jardines de infantes, creó bibliotecas populares, tradujo obras de educación y escribió el primer libro de lectura de historia argentina para escuelas: el Compendio de la historia de las Provincias Unidas del Río de la Plata. También dirigió los Anales de Educación Común, publicación creada por Sarmiento para el fomento de la educación.
Murió a los 55 años, sin honores y en la pobreza. Aun enferma seguía enseñando a leer y a escribir a los niños que vivían en su humilde barrio. Se había convertido al protestantismo y, antes de morir, le pidieron que renegase de su fe para ser enterrada en el cementerio local. No lo hizo. En 1915, sus restos fueron depositados en el Panteón del Magisterio, en el cementerio de la Chacarita.
Juana buscó mejorar la vida de los niños y las niñas de su época, cuando la mayoría de las personas eran analfabetas y las pocas escuelas existentes eran para hijos de las familias ricas. Cuando en la educación argentina reinaba el castigo como forma de disciplina, Juana consideraba que al niño había que despertarle el interés por aprender a través del buen trato, del ejemplo y del juego.
Sara Chamberlain
(1840, Pensilvania, Estados Unidos 1916, Buenos Aires, Argentina)
Luego de fallecer su marido, Charles Friederick Eccleston, en 1875, con quien tuvo dos hijos, rechazó la oferta de sus padres para quedarse a vivir con ellos y eligió formarse en un campo emergente: el kindergarten (jardín de infantes). A pedido del Estado de Minesota, en 1880, creó una Escuela Normal de Profesoras de Kindergarten.
Al tomar conocimiento del requerimiento del gobierno de Roca de maestras norteamericanas para reforzar el sistema público de enseñanza, en 1883, viajó a la Argentina junto con su hija Emily. Fue la primera docente profesional del Nivel Inicial en el país, en una época donde pocos eran los jardines de infantes y los docentes especializados en dicho nivel educativo.
En la Escuela Normal de Paraná, en 1884, creó y dirigió un Departamento Infantil. También tradujo el libro El niño y su naturaleza de la baronesa de Marenholtz Bülow que servía para la formación de las nuevas docentes y que desarrollaba las ideas de Federico Froebel. Importó ideas innovadoras en torno a la necesidad y sistematicidad con las que había que encarar la creación de los jardines de infantes y la formación de las maestras.
En 1893, fundó la Unión Froebeliana Argentina con el objeto de difundir los principios del kindergarten entre maestras y madres. Luego, en 1899, fundó la Asociación Internacional de Kindergarten.
En 1897, fue nombrada directora de la Escuela Normal de Kindergarten en la ciudad de Buenos Aires, establecimiento de gran influencia en la formación de docentes del nivel.
Tras jubilarse en 1903, creó un jardín de infantes privado en Buenos Aires, que dirigiría hasta su muerte. Además, continuó su intensa labor de difusora, promotora y formadora de los jardines de infantes y de sus maestras por todo el país.
En 1910, la provincia de Mendoza le encargó un nuevo jardín de infantes, el más amplio y moderno de la época. Luego de instalado, lo dejó a cargo de su antigua alumna Custodia Zuloaga.
El Instituto Superior de Profesorado de Educación Inicial lleva su nombre, establecimiento central en la formación de docentes del nivel en Argentina. Muchas otras instituciones educativas estatales y privadas también fueron nombradas en su reconocimiento.
Su especialización en jardines de infantes y en el sistema de Froebel, su compromiso con la promoción de este nivel de enseñanza, a través de sus alumnas y discípulas, y las funciones que le tocó ocupar la constituyen en la principal impulsora de los jardines de infantes en esa etapa fundacional del sistema educativo argentino.
Rosario Vera Peñaloza
(La Rioja, 1873 – ibidem, 1950)
En 1892 en la Escuela Normal de Paraná fue alumna de Sara Chamberlain. Se graduó con el título de profesora normal y, en 1897, finalizó la Escuela de Profesores del Jardín de Infantes.
Complementó su formación con cursos de trabajo manual en Córdoba con Victorín y Basaldúa; de ejercicios físicos, con Romero Brest y de dibujo con De la Cárcova en Buenos Aires.
En 1900, fundó el Jardín de Infantes anexo a la Escuela Normal de La Rioja, primero de una larga serie en las ciudades de Córdoba, Buenos Aires y Paraná.
En la ciudad de Buenos Aires, en 1912, fue directora de la reconocida Escuela Normal N.° 1 «Roque Sáenz Peña». Bajo su cargo la escuela incrementó su matrícula de 527 a más de 1.500 alumnas.
En 1918, como directora de la Escuela Argentina Modelo adaptó los aportes de Pestalozzi, Froebel y Montessori e innovó a partir de estos, y creó un museo pedagógico con fines didácticos. Su Museo para la Escuela Primaria es una hábil articulación de pedagogía, didáctica y política, orientado a despertar el sentimiento nacional y la dimensión geográfica de la enseñanza.
En 1931, creó el Museo en el Instituto Félix Bernasconi con una propuesta innovadora basada en la teoría pedagógica de Joaquín V. González: la geografía como base de toda enseñanza. Estableció una correlación de materias y de temas. Creó la cátedra de estudios folklóricos para que los maestros aprendieran a conocer y utilizar elementos del acervo nativo.
Si bien adhería al ideal liberal escolar argentino de principios de siglo XX, inspirado en Sarmiento, Vera Peñaloza planteó la necesidad de una reforma educativa que se distanciara del positivismo, vía el romanticismo y el espiritualismo. Su objetivo era mejorar el ejercicio de la docencia plasmando los ideales de nacionalidad y progreso a través de una síntesis entre lo espiritual y lo positivo.
Trató de integrar en los jardines de infantes el trabajo manual con la creatividad espiritual. Para Vera Peñaloza, el juego en el jardín de infantes era estratégico: «es así como trabajamos aunque parezca que jugamos». En su memoria, fue nombrado el 28 de mayo, fecha de su fallecimiento, como Día Nacional de los Jardines de Infantes y Día de la Maestra Jardinera.
Biografía de Rosario Vera Peñaloza
Especial: jardín de infantes (Canal Encuentro)
Olga y Leticia Cossettini
Olga Cossettini
Hijas de padres maestros y comerciantes del sur de la provincia de Santa Fe, Olga Cossettini (San Jorge, 1898 – Rosario, 1987) y Leticia Cossettini (San Jorge, 1904 – Rosario, 2004) eligieron la profesión docente y fueron compañeras de proyectos y experiencias educativas.
En 1935, Olga fue nombrada directora en una escuela del norte de Rosario. Sus alumnos eran hijos de pescadores, obreros de las fábricas, familias acomodadas y comerciantes de clase media. Su hermana Leticia, a cargo del quinto grado, fue clave para dar un vuelco a las clases tradicionales y llevar a los chicos a la calle, a la experiencia, al entusiasmo y al arte.
Entre 1935 y 1950, las hermanas Cossettini desarrollaron un proyecto llamado Escuela Serena que aplicaron en la escuela. Una de las experiencias pedagógicas más innovadoras en el país en la primera mitad del siglo XX, que buscó transformar el rígido sistema educativo de la época, a partir de los postulados de la denominada Escuela Nueva: una escuela activa, con experiencias de aprendizaje.
Video realizado por el Instituto Rosario de Investigaciones en Ciencias de la Educación (IRICE- CONICET) con motivo de la visita de Leticia a su sede.
La idea madre de «la escuela de la señorita Olga», como se la conocía entonces, consistía en que los chicos podían ser educados más allá del enciclopedismo clásico de la escuela tradicional. Era preciso potenciar la libertad, la creatividad y la responsabilidad de niños y niñas. Muchas de sus ideas y reflexiones pueden leerse en su libro La escuela viva (Editorial Losada, 1945).
No había «hora de» dibujo, gimnasia ni artes plásticas. Borraron los contornos de las asignaturas tradicionales, como Geografía, Matemáticas o Biología, para recurrir al uso del pincel, una buena melodía o la lectura de una poesía para enseñar esos contenidos. La escuela no tenía timbres ni campanas: los chicos sabían que era la hora del recreo cuando escuchaban la música que llegaba desde el patio.
Leticia creó un Coro de Niños Pájaros en el que los chicos imitaban el sonido de las aves del campo y de las barrancas del Paraná. También creó un Teatro de Títeres y una serie de conciertos —donde sonaron desde Mozart hasta Schubert— que se presentaban cada quince días para toda la comunidad.
Después de una larga carrera dedicada a la educación, las hermanas Olga y Leticia fueron nombradas ciudadanas ilustres de Rosario, en 1985. Leticia, además, en 1986 recibió el Premio Konex a las Humanidades. En 1990, la República de Italia la condecoró con el título Cavaliere Ufficiale al Mérito.
Olga murió a los 98 años, en 1997, en la misma casa de Alberdi que habitaba junto con su hermana y Leticia falleció a los 100 años en 2004. Su casa se convirtió en un centro cultural y un pequeño museo.